Parada final de un nómade

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp

Contador de historias, “el oficio más antiguo del mundo” -como decía-, y defensor de luchas sociales al punto de ser detenido por la dictadura de Pinochet, el escritor chileno Luis Sepúlveda lega una obra literaria marcada por la huella de los viajes y la naturaleza, y donde resuenan las heridas del pasado con la vitalidad que suponen las utopías, tan propias en su modo de llevar la vida como de escribir sus relatos, novelas y artículos.

Este escritor que reivindicaba el “oficio más antiguo: contar historias”, era en sí mismo una leyenda, un artificio de relatos en los bordes de la ficción, que él mismo contaba como el gran narrador que era: a los 16 trabajó en un barco ballenero, combatió en Bolivia, fue guardaespaldas de Salvador Allende, dirigió una compañía teatral en Quito, trabajó como corresponsal de guerra en Angola, tuvo una tuberculosis que lo dejó inmóvil, fue camionero en Alemania y activista por la protección del medioambiente.

El autor de la celebrada novela “El viejo que leía novelas de amor”, con más de 18 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, nació en Ovalle, Chile, en 1949. A los 13 años se sumó a las juventudes comunistas, lo que marcaría el inicio de una vocación por la igualdad social que ejecutó no sólo con su participación política sino también en su literatura, para él, a los escritores les tocaba ser “la voz de los olvidados”.

Fue un gran admirador y colaboró con el ex presidente socialista Salvador Allende. Cuando el régimen de Augusto Pinochet tomó el poder, fue detenido y torturado, hasta que a fines de los 70 fue liberado por un reclamo de Amnistía Internacional. Una vez exiliado, el escritor no rescindió su contrato con las luchas que creía justas y se alistó en la Revolución Sandinista.

Vivió en comunidades indígenas del Amazonas y su vida nómade, impulsada por el exilio forzado, tomó un espíritu viajero con residencias en varios lugares de América Latina y Europa. El itinerario comenzó en Argentina de manera casi fortuita porque el destino era Suecia pero decidió quedarse en Buenos Aires, y la última parada fue en España, donde vivía desde la década del 90 años y donde finalmente murió por coronavirus.

Milena Heinrich, Télam

Comparti esta noticia:

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp