Las comunidades indígenas de Brasil han sido especialmente vulnerables al nuevo coronavirus que causa la enfermedad COVID-19.
En Mato Grosso do Sul, un estado en el centro de Brasil que alberga muchas comunidades indígenas, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) están ayudando a prevenir, diagnosticar y tratar el COVID-19.
Con pocos médicos en Mato Grosso do Sul, a menudo no hay nadie que identifique cuando una persona con síntomas que empeoran necesita atención hospitalaria. Cuando finalmente llegan al hospital, puede que sea demasiado tarde para salvarlas.
También hay una alta prevalencia de enfermedades crónicas, como diabetes e hipertensión, entre las comunidades indígenas de Mato Grosso do Sul. Estas condiciones aumentan el riesgo de que una persona con COVID-19 desarrolle síntomas graves y muera. En esta área, estas condiciones médicas parecen estar relacionadas con cambios en las formas de vida tradicionales, ya que las personas se vuelven cada vez más sedentarias y consumen más alimentos procesados. Las enfermedades crónicas frecuentemente no se tratan por los obstáculos que enfrentan muchas personas para acceder a la atención médica, desde la discriminación en las unidades de salud hasta la falta de información médica adecuada.
“El COVID-19 ha dejado un rastro de destrucción en los lugares a los que ha llegado”, dice el líder indígena Oto Lara, de la vereda Colonia Nova, en la tierra indígena de Taunay / Ypegue. “Nuestra preocupación aumentó cuando supimos que la enfermedad ya estaba en las ciudades vecinas, porque sabíamos que aquí no teníamos ningún centro médico”.
Desde el 27 de agosto, los equipos móviles de MSF han estado visitando 11 pueblos de la región, brindando consultas en los puestos de salud locales y realizando visitas domiciliarias para monitorear a las personas que dieron positivo por el nuevo coronavirus y detectar nuevos casos.
Edivaldo Félix es un agente comunitario de salud de origen indígena que vive y trabaja en la aldea de Limao Verde. Como trabajador de la salud, estaba en primera línea cuando el nuevo coronavirus llegó a su comunidad. Fue una de las primeras personas de su pueblo en contraer COVID-19. Experimentó dificultades para respirar y pasó 31 días en el hospital de Aquidauana.