La UNLPam ratificó su reclamo por el Atuel

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En el año 1947, con la culminación de la obra Los Nihuiles, se inicia la extinción del escurrimiento del río Atuel en territorio pampeano, un virtual ecocidio que no solo afecta a pampeanos y pampeanas, sino al continente mismo por suspender un verdadero corredor biológico de acceso a la meseta árida patagónica.

Ese daño comprometió flora, fauna, producción y la vida misma de sus pobladores originarios que, en su gran mayoría, debieron emigrar. Mientras que quienes quedaron, carecieron de medios de subsistencia para el desarrollo. Alcanza con comparar las poblaciones del valle pampeano del río, con la del tramo mendocino, para comprender la magnitud del perjuicio.

Por tratarse de un río cuyo caudal se expresa en m3/s, indica que, cada segundo del tiempo transcurrido, Mendoza ganó y La Pampa perdió. Tres fallos de la Corte de Justicia de la Nación no han logrado revertir esa situación.
La Universidad Nacional de La Pampa, constituida en polo académico regional desde su fundación misma como provincial, estuvo comprometida tanto en el desarrollo humano, como en la preservación del patrimonio ambiental de las presentes y futuras generaciones.

Por lo que, culminado un año más de infatigable lucha, decidió ratificar su posición y compromiso en la defensa, recuperación, compensación del daño producido y desarrollo futuro del área afectada. Por tal motivo presentó en sede de la comisión negociadora sobre la problemática, de la cual participa, una declaración confirmativa de sus propósitos y la apelación a que la situación se revierta en el menor tiempo posible. El Gobierno Provincial y la Universidad Nacional de La Pampa ya han demostrado que, hoy mismo, es viable el escurrimiento de una porción del río. Mendoza, ni a eso accede.

La declaración confirmativa mencionada, dice textualmente:
“Hace más de setenta años que el río Atuel dejó de circular por su cauce natural. El humedal de los mil lagos, como lo llamaron quienes lo recorrieron, corredor clave para la biodiversidad de América, pasó a ser un desierto gestado en la codicia humana.

Pronto harán cuatro décadas que la CSJN declarara que, en aquel cauce seco, debía correr un río. Principio sostenido, en dos oportunidades más, por el superior tribunal.

Por encomienda del cuál, integramos una comisión con ese propósito, y no lo hemos logrado aún.

No dejamos de apreciar el cambio sucedido en la renovación de la presencia de la delegación del gobierno nacional, en este proceso.

Un ministro de la nación se constituyó en el cauce seco y juntos elevamos una rogativa para la restitución del río, propuesta por los hermanos de los pueblos originarios.

Se nos reconoció el derecho a un caudal ambiental de calidad potable, sujeto a indicadores naturales, muy por debajo del solicitado.

La Pampa, seguirá insistiendo por sus derechos. El agua, que solo al ecosistema pertenece, es un recurso clave para la sustentabilidad ambiental de la provincia que integra a la nación.

El agravio, a la naturaleza de una, compromete la sustentabilidad del conjunto. Por eso, estamos seguros que generaciones de pampeanos y de argentinos nos acompañarán.

El reclamo es justo, no se extinguirá en el tiempo. La Pampa toda lo ha constituido, espontáneamente, en política de estado. La naturaleza seguirá su evolución y vastos territorios con sus habitantes seguirán requiriendo la recuperación del agua que les corresponda.

Hay daño producido y en curso. Como tal, se supone que habrá que detenerlo, recuperarlo y compensar por su afectación durante ese tiempo.

Se lo deberá hacer por una sola causa. Simplemente, es lo justo.

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