“Para un cronista del sur global al que pertenezco, este premio es un homenaje a mis ancestros, mis ancestras y a todas las mujeres que me preceden y que han sembrado todo lo que ha crecido en América”, dijo el viernes el chileno Cristian Alarcón, referente del periodismo literario, al ganar con una ficción, “El tercer paraíso”, el XXV Premio Alfaguara de Novela, ante un fallo unánime que destacó “el vigor narrativo de una hermosa novela, precisa, equilibrada y con una estructura dual, ambientada en Chile y Argentina”, la patria del escritor y su tierra de residencia.
“He tenido el privilegio de poder frenar el vértigo de mi tarea periodística, siempre he luchado por considerar al periodismo literatura, pero en esta ocasión decidí entregarme a la fabricación de un artefacto que espero le guste a los lectores y que me alegro le haya gustado al jurado”, agradeció Alarcón, vía Zoom, al jurado del premio, durante la rueda de prensa que se hizo este mediodía en España para anunciar la obra que se impuso a 899 manuscritos: 131 de Argentina, 87 de Colombia, 43 de Chile, 408 de España, 57 de Estados Unidos, 119 de México, 29 de Perú y 25 de Uruguay.
Tras destacar “la enorme calidad de los libros presentados y la gran calidad de los siete originales finalistas”, el jurado señaló, en la voz de su titular, el escritor español Fernando Aramburu, que “a pesar de que la historia no elude tragedias colectivas y personales, es una novela de esperanza que postula la belleza, el placer de los sentidos y la posibilidad de encontrar un refugio personal”.
Aramburu afirmó que entre las virtudes del texto, “están la enorme calidad de la prosa, concisa, exacta y depurada” y que se trata de “una novela más bien corta en la que sin embargo caben numerosos temas de la historia de Argentina y particularmente de Chile: como el terremoto de 1960, Allende, sus tentativas electorales y su triunfo, el golpe de Estado y la posterior represión”.
“El protagonista reconstruye la historia de sus antepasados al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín, en busca de un paraíso personal -indica el fallo del jurado que se completa con la argentina Paula Vázquez, la mexicana Marisol Schulz Manaut, la colombiana Pilar Reyes y los españoles Olga Merino y Ray Loriga-. La novela abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio personal frente a las tragedias colectivas”.
En su novela hay ensayo y poesía, una hibridación de lenguajes donde también se trasluce su condición migrante, ese Chile donde nació y esa Argentina donde vive: “La migración está ahí para poner el cuerpo -concede el autor-, no se queja, asume ser mal paga, no tiene editorial, corre peligro y muere al cruzar fronteras escapando del horror”.
Fundador de los medios Anfibia, de crónicas y ensayos narrativos, y Cosecha Roja, de periodismo judicial, arremete contra los binarismos, “la idea de que ‘uno cambia de género porque decide’ dejémosla para los seres humanos que quieren cambiar de género, los escritores no tenemos que dar explicaciones”.
“A eso de que el periodismo es una cosa y la literatura otra lo combato hace años, tiene que ver con desembarazarnos de las ideas genéricas y binarias: no ficción-ficción, realismo-fantasía -consigna-. Tenemos que ser valientes para asumirlo, ocuparnos nosotros de identificarnos en una u otra vereda no es lo que en este momento nos puede iluminar”.
Desde comienzos de los años 90 Alarcón hizo periodismo de investigación y crónica narrativa en medios como Página/12, Clarín, Crítica de la Argentina, TXT, Rolling Stone y Gatopardo. En sus libros “Cuando muera quiero que me toquen cumbia” y “Si me querés, quereme transa” cruza la literatura con la etnografía urbana convirtiendo relatos urgentes en novelas de no ficción. También es autor de “Un mar de castillos peronistas”, libro de crónicas de viaje y perfiles de personajes disidentes y marginales.
La cocina de “El tercer paraíso”, dice Alarcón, “tiene que ver con esta pandemia que nos sigue acosando, primero, con un retiro que me vi obligado a hacer en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, y este año, después de sobrevivir a una de las cepas más temibles de la Covid, recluyéndome en el sur de Chile. Allí es donde ocurren los acontecimientos: en una casa antigua en el pueblo donde nací, en una cabaña en la Cordillera y en una casa en el lago Caburgua que me permitía ver el atardecer más maravilloso que yo haya visto jamás”.
Este libro, explica, “es un artefacto que tiene una doble faz, una novela familiar latinoamericana en la que honro a los grandes escritores que he leído siendo demasiado joven quizás en la Patagonia y a esa experiencia suburbana elegida, donde escribí sobre jóvenes ladrones y la guerra entre narcotraficantes; y que, a los 50 años, me lleva a reencontrarme con mis ancestros y la profunda relación que muchos y muchas necesitamos con la naturaleza”.
Dolores Pruneda Paz, Télam