En el libro “¿Hola? Un réquiem para el teléfono”, el escritor Martín Kohan analiza las implicancias que tuvo en la vida social y la percepción subjetiva el surgimiento y caída del teléfono fijo, un ensayo que va de Chejov a Walter Benjamin, pasando por Tangalanga al “0,3 0,3, 4,5,6″ de Raffaella Carrá, y de ahí al “Hola Susana”, de unos de los programas más vistos de la televisión argentina, que abre el campo para revisar la relación entre tecnología, experiencia, lenguaje y relaciones sociales.
De la creación de Alexander Graham Bell a mediados del siglo XIX, pasando por la mediación de las telefonistas a la instancia en que el teléfono pasó a formar parte del mobiliario familiar. De cuando por primera vez dos personas experimentaron la posibilidad de movimiento en esa charla sincrónica que cambiaba las nociones de distancia y de presencia, a las primeras posibilidades de controlar el flujo de llamados con un contestador automático, primera instancia de lo que después fue el identificador de llamadas, Kohan repasa, en esas transformaciones de la tecnología teléfono, las transformaciones sociales, paradigmas e idiosincrasias de distintas épocas.
El ensayo publicado por Ediciones Godot se ocupa de la idea de que “la aparición del teléfono fijo rearma la escena del lugar del cuerpo y la palabra, se instaura una posibilidad de diálogo inédita y, con esto, una forma de vínculo inédita con el otro”, explica Kohan en diálogo con Télam. Y aunque el ensayo trata de captar la sensación de expectativa y apertura hacia lo nuevo -esto es “nuevas tecnologías barra nuevas experiencias barra nuevas formas de relación con otros”- gana una especie melancolía anticipada por lo que todavía no se fue del todo pero ya se está perdiendo.
“Eso que Benjamin define como ‘en trance de desaparecer’, indica el escritor: “No sabemos lo que va a pasar, pero eso que llamábamos hablar por teléfono -conversación sincrónica a distancia- está en trance de desaparecer y con ello todo un género del decir se está perdiendo”.
La relación con los teléfonos estaría expresando algo más abarcativo, apunta, y es que, en términos generales, “las distintas cosas de la vida se están empezando a encuadrar de manera tal que todo tenga previo aviso y que nada inesperado ocurra, lo cual implica a la mayor parte de las situaciones que uno vive. Hay una presión para que todo quede encuadrado en protocolos y acuerdos previos reprimen toda aparición de lo inesperado y al tiempo que nos obligan a decidir qué queremos y qué no queremos antes de que lo sepamos”.
Entre esas cuestiones de época que señalan transformaciones entre tecnologías, cuerpos y formas de relación social están la fantasía de control, la vigilancia, un “estado de inminencia de ofendimiento”, un “crecimiento exponencial de las ofensas”, y con “la exigencia de saber qué queremos incluso antes de vivenciarlo” está, o se exige también, “la renuncia a lo inesperado” y con ello a “sobresaltos muy felices”, describe el autor.
“Por supuesto que hay una enorme cantidad de situaciones en las que sabemos perfectamente bien lo que no queremos, y está claro que hay una cantidad de imprevistos o sorpresas en la vida que son una desgracia y que podría ser mejor no tenerlos, pero, hecha esa salvedad, la idea de que la circunstancia misma de algo inesperado ocurra, la idea de que haya que evitar todo imprevisto siempre, parece hoy un signo de estos tiempos”.
Nacido en Buenos Aires en 1967, Kohan es escritor y docente universitario. Recibió el premio Herralde de Novela por “Ciencias Morales”, llevada al cine como “La mirada invisible. Entre los libros que escribió están “Bahía blanca”, “Dos veces junio“, “Ojos brujos” y “Fuera de lugar”.
Dolores Pruneda Paz, Télam