El adiós de Abuelas a Abel Madariaga

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“En el exilio me pregunté muchas veces para qué estaba vivo. Cuando volví a la Argentina y empecé a trabajar con Abuelas me di cuenta que estaba vivo no solamente para encontrar a mi hijo, sino a los hijos de los compañeros desaparecidos. Ese es el mayor oxígeno y honor que tengo”, dijo Abel hace unos años, al ser distinguido como Personalidad Destacada de los Derechos Humanos por la Legislatura porteña.

Tras la desaparición de su pareja, Silvia Mónica Quintela –embarazada de cuatro meses–, el 17 de enero de 1977, Abel debió esconderse en el país, después en Uruguay y en Brasil, hasta que la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) le otorgó asilo en Suecia. Pero no se pudo adaptar, entonces se fue a vivir a México.

Allí, gracias al testimonio del sobreviviente Cacho Scarpatti, a quien ya conocía de la militancia en la Juventud Peronista (JP) y Montoneros, supo que Silvia había dado a luz a un varón, por cesárea, en Campo de Mayo.

Al principio, la búsqueda del niño la llevaron adelante su madre, Sara Elena de Madariaga, y su suegra, Ernestina “Tina” Dallasta de Quintela. Mientras tanto, en México, Abel formó pareja con una exiliada y tuvo una hija, Lucía. Luego, se separó y nuevamente formó pareja, esta vez con una mexicana, con quien tuvieron un hijo que lamentablemente falleció de pequeño. Con el retorno de la democracia en la Argentina, Abel pudo regresar al país y de inmediato se puso a trabajar con las Abuelas para encontrar a su hijo.

Paranaense de nacimiento, Abel estudió Agronomía en la Universidad de Buenos Aires, donde además comenzó a militar en la JP, dedicado en buena medida a la difusión y la propaganda, y este “saber hacer” sería, años más tarde, su principal aporte a nuestra Asociación. De hecho, fue el creador del área de Difusión y Prensa de Abuelas. Teatro por la Identidad, por ejemplo, fue una idea suya, inspirada en los grupos de teatro comunitario y militante de los años 60 y 70, los recitales de Música por la Identidad, al igual que las campañas publicitarias masivas para encontrar a los nietos, la edición de publicaciones, libros y videos institucionales, y muchas otras.

El 17 de febrero de 2010, en una noticia que recorrió el mundo, Abel al fin encontró a su hijo, Francisco, y apenas se vieron por primera vez, se fundieron en un abrazo interminable. Padre e hijo lograron forjar una relación, interrumpida por la prematura muerte de Francisco –fruto de sus problemas de salud– en septiembre de 2020.

“Tío Abel”, le decían muchos nietos, por el amor que les prodigaba y por la forma en que los contenía. También lo recordaremos, con cariño, por su mal humor y sus puteadas. Fue, asimismo, el primer hombre en integrar la Comisión Directiva de Abuelas. “Se nos hizo indispensable”, dijo Estela de Carlotto alguna vez, en referencia a Abel.

Abuelas de Plaza de Mayo

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