El Carnaval de Barranquilla, la fiesta más popular de Colombia, trasladó este año toda su alegría y colorido que en febrero solía tomarse las calles de esa ciudad caribeña, a los dispositivos electrónicos y la televisión para evitar que la pandemia apagara su fervor.
“No ha sido fácil”, admitió en diálogo con ANSA Carla Celia, directora del Carnaval de Barranquilla, nieta de emigrantes italianos e impulsora juntos a otras personas de la iniciativa de no permitir que la fiesta de la ciudad, declarada patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por la UNESCO, se suspendiera en su totalidad como ocurrió este año con el mítico Carnaval de Río de Janeiro.
“El Carnaval es encuentro, es mirarse el uno con el otro, es baile, es alegría, es cercanía, inclusive es integración”, describió Celia sobre el significado de las festividades, que como muchas otras se produce 40 días antes de la cuaresma católica y que opera como una válvula de escape a las tensiones sociales en la región.
Para evitar que el Covid-19 contara entre sus víctimas a esta fiesta popular y de paso causara efectos devastadores en los “hacedores culturales”, gestores y comparsas, la organización del Carnaval, junto a la Alcaldía de Barranquilla y varias empresas locales, optaron por mostrar la fiesta en televisión y mantener los incentivos económicos para garantizar la fiesta.
La salida de los organizadores, del que es considerado el segundo carnaval más importante de la región después del Río de Janeiro, fue la de grabar para luego transmitir por la televisión pública las comparsas que durante cerca de dos siglos se han tomado la calles.
ANSA