Las propiedades beneficiosas del mar ya eran conocidas por los romanos, pero los egipcios, griegos y fenicios también descubrieron sus cualidades relajantes: no es sólo relajación, sino una auténtica medicina.
“Una terapia con beneficios precisos para el cuerpo y la mente, con numerosas indicaciones e incluso algunas (raras) contraindicaciones”, afirma el profesor Luca Revelli, cirujano endocrino y vascular del policlínico Gemelli de Roma y director del máster en medicina marina.
Pero la talasoterapia también tiene sus reglas: no todo el mundo, por ejemplo, disfruta de las mismas playas.
“Cada uno tiene su mar – explica Revelli – el clima marino, según la zona, parece tener efectos diferentes: por ejemplo, el de Cerdeña y Córcega, a menudo exuberante e impetuoso, sería genéricamente ‘estimulante’; el del alto Adriático, calmado, tranquilo, relajante, definitivamente sería ‘sedante’.” Tras haber estado “en pausa” durante la temporada de pandemia, las terapias del mar han vuelto a florecer y aumentan los centros de tratamiento en las playas de todo el mundo, donde se combinan terapias del agua (hidroterapia y balneoterapia) con aquellas que aprovechan las virtudes del clima (climatoterapia), luz (helioterapia), arena (psamoterapia), recursos marinos (algas y barros) y relajación.
“Un mar de bienestar”, subraya Revelli, “El mar, el sol y la luz promueven ante todo estilos de vida positivos, al aire libre, favoreciendo una alimentación más sana y contenida; estimulan también el movimiento, las actividades deportivas y relaciones sociales”, agrega.
Además, afirma, “el medio marino condiciona el estado de ánimo, mejorando los síndromes depresivos: uno de los tratamientos innovadores para este tipo de problemas consiste precisamente en una ‘luminoterapia’, regulada por ritmos biológicos desarrollados en cada paciente”.
Unas vacaciones en la playa son especialmente adecuadas para quienes necesitan reponer vitamina D y yodo.
“Casi el 50% de los adultos italianos – subraya el profesor Revelli – tienen niveles bajos de vitamina D en sangre.
Esto significa un mayor riesgo de osteopenia, osteoporosis y fracturas patológicas, después de un traumatismo mínimo, especialmente en una edad avanzada.
Son los rayos del sol los que estimulan la producción de vitamina D, capaz de fijar el calcio a los huesos y estimular la hormona del crecimiento, esencial para los niños y adolescentes, pero también para la buena salud de la piel, los huesos y el cabello de los adultos”, asegura el experto.
“Para reponer vitamina D bastarían 20 minutos diarios de exposición al sol, quizás en horas menos calurosas. El mar vuelve a ser bueno para la tiroides. En lo más profundo se concentra un elemento fundamental para nuestro organismo: el yodo. Es el componente principal de las hormonas tiroideas. Si falta, la tiroides sufre y reacciona aumentando de tamaño y formando bocio y nódulos (bocio multinodular). Todas las proteínas del mar son ricas en yodo: las de pescados, moluscos, crustáceos y algas. A orillas del mar es más fácil comer pescado fresco o productos locales (hortalizas, frutas) cultivados en suelos costeros ricos en yodo”, insiste.
Ansalatina